Había sido un sólo segundo de distracción; un segundo
que gastó observando fijamente al hombre que conducía por el carril de la
izquierda. Un segundo de gritar para sus adentros porque lo había reconocido y
¡oh dios mío, Edward Cullen estaba en el coche junto al de ella!
Entonces el
coche de delante frenó, ella sólo se dio cuenta en el último instante posible y
viró bruscamente para evitarlo. En vez de eso se estampó contra el coche que había
estado mirando con tanta intensidad.
Aparcaron
fuera del tráfico, los camiones los pasaban a gran velocidad. Se permitió
empezar a sonrojarse cuando su fantasía hecha realidad salía del coche con un
gesto de dolor y las cejas fruncidas.
Oh, sintió un
escalofrío recorrer su espalda. Él se acercaba dando zancadas, los ojos verdes
centelleando. Tal vez sólo llevaba una camiseta sin mangas y unos vaqueros
gastados, pero seguía viéndose caliente. Los ojos de ella se dieron un
recorrido por su cuerpo, adorando sus rozadas botas marrones, el enorme reloj
de piel que rodeaba su muñeca izquierda y el pendiente que brillaba en su oreja
derecha. ¿Desde cuándo había vuelto a usar pendientes?
El
pensamiento la abandonó en cuanto él se detuvo delante de ella y abrió la boca:
—¿Qué coño ha
sido eso?
—Me distraje,
yo…
Él la
interrumpió:
—¿Que se
distrajo? ¿Esa es su excusa, señora?
—Mmm, ¿sí?
—¡Eso no es
jodidamente suficiente! —Ella parpadeó al oír las palabrotas—. ¡Este es un
coche de alquiler! ¿Ve el estado en el que se encuentra ahora? ¿Eh?
Ella hizo
como le ordenó y dio un buen vistazo al coche que estaba detrás de él. Todo el
costado izquierdo estaba abollado, la puerta de atrás se veía doblada. No creía
que él fuera capaz de volver a abrir esa puerta. Uuups.
—Estoy segura
de que mi seguro cubrirá los costes. —Intentaba tranquilizarlo a él y a ella
misma.
—¡No me
importa el dinero! ¡Es cuestión de principios! ¿Pero cómo le dieron el carné?
—Pues fui a
la autoescuela y…
—Joder, no me
lo puedo creer. —Se agarró la cabeza con ambas manos.
—Lo siento, Edward
, prometo que pagaré los destrozos. De verdad que…
—¿Qué me has
llamado?
—Mmm, ¿Edward
? Ése es tu nombre, ¿no?
Él la miró
fijamente:
—¿Cómo sabes
mi nombre?
Ella se
mordisqueó el labio inferior antes de admitir finalmente:
—Soy fan
tuya.
—Pues claro
que lo eres —suspiró—. Déjame adivinarlo, me estabas mirando a mí y no por
dónde circulabas.
—Tal vez.
—Ella se movió nerviosa bajo su mirada.
—Joder
—volvió a jurar, haciéndole preguntarse si era así de forma habitual.
No estaba
segura de si podría vivir con alguien tan malhablado. Quiero decir ¡piensa en
los niños! ¡Quieta! ¡Céntrate, idiota! ¡Esto no es un sueño y no vas a tener
hijos suyos!
—Lo siento.
—Ya, ya.
¿Entiendes lo que has hecho? ¿Y el porqué? ¿Porque yo era el coche que estaba a
tu lado?
Ella soltó un
jadeo por sus palabras. Sobre todo porque tenía razón.
—Oh, venga
ya, no es culpa mía. Tú estabas ahí sentado y te veías…
—¿Qué no es
su culpa? —La interrumpió antes de que pudiera acabar su explicación—. Joder,
¿me está tomando el pelo? ¡Se me echó encima, señora!
—Sí, pero…
—No, no. —Él
hizo un gesto con la mano—. ¡Déjeme adivinar! ¡Usted es una fan así que eso lo
hace todo mejor! —A ella se le abrió la boca pero no le salió nada. ¡El maldito
se estaba burlando de ella!—. ¿Qué, nada que decir ahora? —La provocó,
mofándose.
Sabía que
debería estar molesta con su comportamiento, pero de verdad, era tan excitante.
A ella siempre le había encantado un Edward malhumorado y esto era
sencillamente perfecto. Por supuesto, normalmente en sus sueños él la
levantaría y se la llevaría en su coche-casa-donde fuera y haría de todo con
ella. Su cara se puso caliente cuando se dio cuenta de que no había oído ni una
palabra de lo que él había dicho en los últimos cinco minutos, demasiado
concentrada en su fantasía de él levantándole la falda y empujando en su
interior.
—¿Has oído
alguna de las jodidas palabras que he dicho?
—Mmm, ¿no?
—Increíble
—suspiró, cruzando los brazos sobre el pecho—. Y ahora ¿qué jodido problema
tienes?
Venga, ¡a por
ello! Su mente canturreaba y ella cerró las manos en puños. Mirando hacia
arriba, dijo:
—Lo siento,
no me puedo concentrar contigo siendo tan guapo.
Él jadeó:
—¿Pero qué
coño? ¿Así que ahora es culpa mía?
Lo meditó y
asintió con la cabeza.
Juraría que a
él la parte superior de la cabeza le explotó.
* * * *
Le llevó un
momento pero al final pudo calmarse lo suficiente como para hablar:
—Tenemos que
intercambiar los datos del seguro.
—Ah sí,
claro. —Lo observó caminar de regreso a su coche.
Un camión
bajó la carretera a gran velocidad y sintió una enorme corriente de aire menear
sus costados. Ella dio un chillido y volvió a mirar la carretera. Demasiados
camiones la tomaban para atajar por las montañas y se la conocía por ser una de
las más peligrosas del estado. Observó cómo otro camión de catorce ruedas se
dirigía a ellos a gran velocidad y dio un bote del susto. Antes de que pudiera
detenerse, corrió a su coche y se cerró dentro.
—¡Ey! —Edward
apareció en su ventanilla un minuto más tarde. Golpeó el cristal hasta que ella
encendió el motor y lo bajó—. ¿Qué pasa?
Ella señaló a
la carretera y a los camiones que pasaban.
—Pensé que no
era seguro quedarme en un lado de la carretera. Demasiados camiones. ¿Quieres
entrar?
Él meneó la
cabeza con fuerza.
—No me voy a
meter en tu coche. Con mi suerte, me secuestrarás porque soy tu quarterback
favorito o por cualquier otra mierda.
—Oh.
—Parpadeó ante esa suposición. Bueno, si lo pensaba era una idea bastante
buena. Se lo podría llevar a un lugar apartado, esposarlo a la cama y hacer con
él lo que quisiera durante horas y horas. ¡Qué plan más brillante! Le sonrió de
oreja a oreja y entonces se dio cuenta de que él la miraba como si se hubiera
vuelto loca—. Mmm, yo jamás haría eso —por supuesto que no. Mmmm—, pero no
podemos quedarnos aquí. Es demasiado peligroso. Esta carretera es…
—Ya lo sé.
Conduzcamos a algún otro sitio y aparquemos donde no molestemos a nadie.
Ella asintió.
—Buena idea.
Yo conduzco, tú me sigues.
—No, yo…
No le dio
oportunidad de responder porque sencillamente volvió a subir la ventanilla.
Entonces le hizo un gesto con la mano a través del cristal y observó que su
cara volvía a enrojecerse. Ohhhh, otra vez enfadado. ¡Bien hecho!
Sonreía
abiertamente mientras por el espejo retrovisor lo veía caminar de regreso a su
coche. Parecía que la estaba insultando entre dientes y era demasiado
divertido. Y caliente. No nos olvidemos de caliente.
Esperó a que
sus luces parpadearan y luego se las apañó para volver a la carretera sin
demasiados problemas. El coche de él rápidamente la siguió y ella se preguntó
dónde podrían ir. Él sólo quería intercambiar información del seguro y luego
irse a sus cosas, pero ésta era su oportunidad única en la vida. ¡Estaba
clarísimo que no iba a dejarlo marcharse tan rápido! Qué hacer. Qué hacer.
Divisando una carretera secundaria, frenó y giró tan bruscamente a la derecha
que saltó gravilla contra los lados de su coche. Miró por el retrovisor y
sonrió abiertamente cuando vio a Edward detrás del volante, viéndose
tremendamente fastidiado. Ay dios mío, ¡esto se le estaba dando francamente
bien!
Continuó
conduciendo, ignorando sus señales hasta que pensó que estaba lo suficientemente
desierto. Cuando finalmente detuvo el coche y se dirigió a un pequeño
aparcamiento preparado para montañeros y cazadores, los árboles se cernían
sobre ellos. Aparcó y salió, preguntándose qué debería hacer a continuación.
De todos
modos él no le dio tiempo suficiente para planear nada porque ya estaba
viniendo de su coche dando zancadas y gritándole:
—¿Está loca
de atar?
—¿Por qué?
—Ella frunció el ceño.
—¿Tenía que
conducir hasta tan lejos de la carretera principal?
—Pero pensé
que dijiste que deberíamos aparcar en algún sitio que no molestáramos a la
gente. Aquí no hay nadie, así que no molestaremos a nadie.
—¡Me refería
a aparcar en un café de carretera, un McDonald's! ¡Cualquier lugar menos este!
—Ah, entonces
deberías haber sido más claro.
—¡Me cortó!
Subió la jodida ventanilla antes de que pudiera...
—Lo siento,
pensé que tenías prisa y esos enormes camiones me estaban asustando a muerte.
Él apretó los
puños.
—Usted,
señora, está loca.
—Ugh. —Ella
cruzó los brazos sobre el pecho y se apoyó contra el costado del coche. El cual
tenía, increíble como pudiera parecer, apenas un rayón de su anterior colisión.
¿Ella era buena o qué? —Decir eso no es algo muy educado.
—No estoy de
humor para ser agradable o educado. Ahora saque los papeles de su seguro para
que podamos acabar esto y pueda seguir mi camino.
Ella miró la
mano que había aparecido delante de ella.
—Papeles del
seguro, ¡claro!
Hizo muchos
aspavientos mientras volvía a meterse en el coche, rebuscando en su bolso.
Entonces lo vació en el asiento del pasajero y rebuscó en el caos. Ningún papel
del seguro. Ni siquiera su carné. Así que ¿dónde coño los había metido? Estaba
bastante segura de que los tenía la última vez que la había parado un policía.
Su puerta se
abrió, Edward se inclinó sobre ella con un gruñido.
—¿Por qué
coño está tardando tanto?
—No los puedo
encontrar. Estoy segura de que los tenía la última vez que cogí este coche.
Segura.
—¡Entonces
encuéntrelos! ¡Ya!
—¡Lo estoy
intentando! —respondió, sus manos estaban empezando a temblar.
—¡Oh, por el
amor de Dios! —Él se precipitó a dar la vuelta al coche y abrió la puerta del
copiloto. De rodillas en la tierra, empezó a buscar entre sus cosas y se detuvo
cuando sus dedos encontraron un paquete de preservativos.
—Me gusta
estar preparada —dijo ella en el tenso silencio.
Él levantó la
mirada hacia ella, meneando la cabeza y la volvió a dejar caer en el asiento.
—¿Dónde está
su carné?
—No lo sé.
Tampoco lo puedo encontrar pero estoy segura de que está junto a los papeles
del seguro.
Le sonrió y
observó mientras él se daba golpes con la cabeza contra la puerta. Bastantes
veces seguidas.
* * * *
—Debo
habérmelos dejado en casa. —Miró al interior del coche, hecho un completo lío
gracias a Edward . Había abierto todos los compartimentos, había tirado todo al
suelo para poder revisarlo todo, pero no había aparecido ningún carné. Tampoco
los papeles del seguro.
—¿Sólo ahora
se acuerda de eso? —dijo él con los dientes apretados. Se había hecho de noche
mientras buscaban los documentos y la luz interior del coche no era lo
suficientemente fuerte para hacer que sus facciones se vieran claramente.
Aunque podía
oír el enfado en su voz. Unos temblores le recorrieron la espalda al
imaginárselo agarrándola y echándola al asiento trasero. Entonces él le subiría
la falda y sus manos...
—¿Me está
escuchando? Joder, ¿qué he hecho para merecer esto?
Ella
parpadeó, regresando al presente y lo observó mientras él daba una patada a su
rueda delantera.
—¡Hey!
—¿Qué? —Se
giró y dio un paso hacia ella, la furia irradiando de cada uno de sus poros—.
¿Y ahora qué quiere que hagamos?
Ella se
mordisqueó el labio inferior antes de que se le escapara exactamente lo que
quería que hicieran. Con todo detalle.
—¿Quieres ir
a mi casa así podemos recuperar esos papeles?
—No —le contestó
bruscamente—. Quiero que vayas allí y regreses aquí con ellos. O mejor aún,
dame tu dirección y tus llaves.
Ella
parpadeó.
—¿Qué? ¿Por
qué?
—Iré y los
buscaré yo mismo.
—Eso no tiene
ningún sentido. ¡Si ni siquiera sé dónde los he dejado!
—¿No? —ella
negó con la cabeza. Él volvió a jurar—. ¡Maldición! Tenía que estar en un sitio
esta noche, ¿sabe?
—Pero todavía
es temprano. Quiero decir que si vamos hasta mi casa y encontramos los papeles
podrás continuar tu camino. —Hasta que ella encontrara una manera de hacer que
se quedara, por supuesto.
—¿Dónde vive?
—Arriba de
esa colina —hizo un gesto con la cabeza hacia una montaña en la distancia.
—¿Ahí arriba?
—Pues sí.
Tengo una cabaña que uso los fines de semana. Está un poco apartada pero tengo
un perro guardián y...
—¡Déjese de
chácharas y vamos! —Él la agarró por el antebrazo y la empujó hacia su
asiento—. Conduzca y la sigo. Y, joder, por el amor de Dios, ¡empiece a usar
los intermitentes!
—Vale
—murmuró mientras él corría a su coche y abría de golpe la puerta del
conductor. ¡Ahora tenía unos buenos treinta minutos para idear un plan!
* * * *
No pensó ni
una sola vez en dónde había puesto su carné o los otros documentos, pero se las
apañó para recordar dónde había dejado sus esposas. Seh, ¡bien por ella!
Rescatando
sus llaves del desorden del suelo del coche, más o menos metió todo de vuelta
en su bolso y se lo echó al hombro. Ni siquiera se molestó en esperar a Edward ,
que estaba aparcando su coche, se dirigió a la puerta delantera de la cabaña y
oyó las uñas del perro en el suelo de madera.
—Ey pequeño,
estoy en casa —dijo cuando abrió la pesada puerta y fue saludada por una feliz
cola meneándose—. ¿Qué tal tu día?
—Habla con su
perro —Edward suspiró detrás de ella—. Por supuesto que lo hace.
El perro en
cuestión, olfateando al intruso, se tensó bajo su mano.
—¡No, Killer[1]!
—El gran alsaciano se detuvo en el acto pero sus ojos no abandonaron la
cara del hombre.
—¿Killer?
—Ya te lo
dije. Es un perro guardián.
—Vale. —Edward
lo observó, inquieto—. ¿Muerde?
—Sólo si le
digo que lo haga —contestó ella descaradamente y entonces empujó a su chucho
más allá en la habitación—. Deja estar a Edward , Killer. Es un amigo.
Ella lo oyó
murmurar en voz baja “no, no lo soy” pero hizo como que no lo escuchó. Lo sería
una vez dejara esa casa, se lo prometió a sí misma.
—¿Quieres
algo de beber? —Dejó caer su bolso en una mesita auxiliar de la entrada
principal y caminó hacia la cocina, sus pisadas haciendo eco tras de sí.
—Esto no es
una cita, señora. ¿Dónde están esos papeles?
Ella se
encogió de hombros.
—Como ya
dije, no lo recuerdo. Pero no te preocupes, tengo sed, así que me serviré una
coca-cola. ¿Por qué no empiezas a buscar en mi oficina? Es la segunda puerta a
la derecha —señaló con la cabeza hacia el otro lado del vestíbulo.
Él la observó
abrir el frigorífico y luego suspiró.
—De acuerdo,
no me importaría beber una coca-cola también.
Ella sonrió a
los contenidos de su nevera. ¡Lo estaba pescando!
—Por
supuesto. Te la traigo enseguida. ¿También tienes hambre?
—No, con una
bebida ya bastará.
Sí, claro.
Oyó sus pisadas salir de la habitación y hurgó en los armarios. Él iba a comer
algo también. ¡No le daría otra opción!
* * * *
—Aquí tienes.
Edward levantó
la mirada. Había rebuscado en su escritorio, meticulosamente, escaneando cada
documento que cayó en sus manos. Y había un montón. No sabía cómo alguien podía
vivir así. Con ese desorden. ¡Se estaba volviendo loco sólo de mirarlo!
—Gracias
—contestó mientras ella depositaba una bandeja delante de él. Frunció el ceño
cuando vio lo que contenía—. Dije que no tenía hambre.
Ella se
encogió de hombros.
—Bueno, pues
yo sí. No tienes que comer si no quieres.
—Vale
—murmuró él, cogiendo otra hoja de papel.
—¿Has
encontrado algo?
—No. Esto es
un lío.
—Lo sé —dijo
ella sentándose en la butaca que robaba casi todo el espacio detrás del
escritorio.
—Llevo meses
con intención de ponerlo en orden pero nunca encuentro el momento.
Él agarró su
vaso y lo acabó de golpe. Entonces la miró mientras ella agarraba un nacho con
salsa y le echaba algo de queso por encima. Se lo metió en la boca y gimió:
—Qué bueno
está.
Edward se
sintió ponerse tenso al ver sus ojos entornados y con una obvia mirada de
placer. ¿Por un simple chip? ¿Pero qué coño?
—¡Déjelo ya!
Ella se
irguió en su asiento.
—¿Qué? ¿Qué?
¿Qué he hecho?
—¡Deje de
intentar seducirme! No va a funcionar, señora. No es mi tipo.
Ella se puso
tensa.
—¡Yo no estoy
intentando nada! Estaba comiendo, a lo mío, mientras que tú... tú estabas...
¡Arg! Y no me importa si soy de tu tipo o lo que sea.
—Sí, claro
—se burló él—. Eres una fan, ¡tú misma lo dijiste!
—¿Y? —Cruzó
los brazos y lo miró.
—Pues que me
deseas. Probablemente estarás húmeda sólo porque estoy aquí junto a ti.
A ella se le
abrió la boca pero no le salió nada. ¡Maldito hombre que pensaba que era tan
sexy! Le fastidió todavía más cuando comprendió que tenía razón. Estaba húmeda,
¡maldición!
—¿Nada que
decir? —La provocó él otra vez. Incluso levantó las cejas.
—¡Vete al
infierno! —le contestó bruscamente, pero eso sólo lo hizo reírse.
—Claro,
cariño —dijo él casi de manera ausente antes de volver a los documentos
extendidos delante de él.
Tal vez lo
acababa de decir pero el modo en que la llamó cariño tan sólo unos segundos
antes habían sido suficiente para hacer que se le retorcieran las tripas. Ay
Dios, lo deseaba. Muchísimo. Lamiéndose los labios, se inclinó y preguntó:
—¿Necesitas
ayuda?
Él la miró.
—¿Recuerdas
dónde los pusiste?
—Mmm, no.
—Entonces no,
no necesito tu ayuda.
—Perfecto
—suspiró mientras se volvía a reclinar en la suave piel—. Entonces me quedaré
aquí y me pondré cómoda.
Su espalda se
tensó ligeramente pero no se dio la vuelta. En vez de eso se concentró en la
búsqueda y empezó a organizar sus papeles en pulcros montoncitos. De todos
modos no podía evitar escuchar lo que ella estaba haciendo detrás de él.
Ruiditos de placer mientras se comía otro chip. Un sorbo cuando bebía
coca-cola.
Cogiendo una
carta, apretó las manos. Joder, tenía que mirar. Giró la cabeza hacia la
izquierda y notó cómo se le abrían de par en par los ojos cuando la vio.
Estaba
prácticamente tumbada en la silla con las piernas encogidas debajo de ella. La
falda se le había subido pero no parecía haberlo notado, probablemente
demasiado ocupada con su tentempié. La observó coger un poco de salsa agria con
un dedo y metérselo en la boca. Lo lamió y Edward se pudo imaginar su lengua
alrededor de él. Como lo haría alrededor de su propia lengua o, mejor, su
polla. Se sintió ponerse duro y maldijo.
—¡Joder!
Ella jadeó,
sacando el dedo de su boca con un sonido húmedo.
—¿Qué pasa?
¿Los has encontrado?
—¡No! —Se
giró de nuevo hacia el escritorio y agarró los bordes con ambas manos. Le
ordenó a su erección que bajara, pero no se la podía sacar de la cabeza. Estaba
volviéndolo loco, ¡maldición!—. ¿Me drogaste la bebida?
—¿Qué? —Se
sentó—. ¿Crees que te drogué?
—¡Sí! —Se dio
la vuelta de repente—. ¿Lo hiciste, verdad? ¿Qué me pusiste en la coca-cola?
¿GHB[2]?
—Tío, estás
loco.
—¿Qué hiciste?
—rugió cogiéndola de los antebrazos y cerniéndose sobre ella—. Dímelo.
—¡Nada! ¿Y no
crees que ya te estarías sintiendo mal si te hubiera puesto algo en la bebida?
¡Te la bebiste de un trago!
Él se
enderezó y empezó a caminar de un lado al otro. Tenía sentido lo que decía,
¡maldición! Se sentía bien, excepto por el modo en que sus pantalones vaqueros
se estaban izando. Así que tal vez no era culpa de ella. Tal vez era que su
cuerpo le estaba recordando que llevaba un tiempecito sin tener sexo. Aunque, ¿por
qué ahora?
Le había
dicho la verdad antes: ella no era su tipo. Normalmente iba tras mujeres de
miembros largos con tetas y bronceado artificiales, que daba la sensación de
que siempre estaban rodeando a los futbolistas. Grupies, conejitas, como fuera
que se llamaran a sí mismas. No le importaba nada más que estuvieran listas y
calientes por entrar en su cama.
Pero esta
mujer era diferente. Ni estaba delgada ni estaba morena. Ah, era curvilínea
como el infierno y su culo redondo era justo como les gustaba a los hombres.
Definitivamente podría hacer algo con ese trasero. Oh sí. Joder, McIntyre,
¡contrólate! ¡Ella está loca! No necesitaba empeorarlo, eso seguro.
Ella lo
observó pasarse la mano por los cabellos. Parecía agitado y enfadado y
sencillamente adorable. Dios, adoraba cómo se veía.
Escuchándola
suspirar, giró para enfrentarla y se fijó en sus ojos entornados.
—¿Y ahora
qué?
—¿Mmmm? —Parpadeó—.
Estaba pensando en lo excitante que te ves cuando estás enfadado.
Él se sintió
apretar los dientes. ¡Era increíble!
—¿Así que te
gusta cuando me enfado? —Su voz era engañosamente suave.
Ella levantó
la mirada hacia su dominante figura y asintió.
—Uhm, sí. ¿Es
algo malo? Probablemente no debería haberlo dicho. Quiero decir, no tiene nada
que ver con...
—Tienes
razón. No deberías haberlo dicho en absoluto. ¿Quieres saber por qué?
—No, en
verdad no.
Él ignoró su
respuesta.
—Porque
significa que voy a hacer esto.
Antes de que
se pudiera imaginar lo que había planeado hacer, la agarró de los hombros y la
levantó. Ella gritó cuando sus piernas se liaron con su falda y se encontró
cayendo contra el borde del escritorio.
—Perfecto
—dijo él empujándola hacia abajo, sintiendo cómo su mano derecha hacía presión
entre sus omóplatos.
—¿Qué estás
haciendo? ¿Edward ?
—No montes
escándalo, sé que quieres esto.
—¿Querer qué?
—Esto
—repitió él, pero esta vez deslizó su rodilla entre sus muslos.
Ella gimió
por el súbito movimiento, extendiendo las manos delante de ella sobre el
escritorio. Se las arregló para agarrarse y tirar hacia arriba, pero a él no
pareció importarle. Estaba demasiado ocupado subiéndole la falda por el culo.
—Pensaba que
yo no te gustaba.
—Y no me
gustas.
—Pues eso no
tiene sentido.
—A un hombre
no tiene por qué gustarle una mujer para follársela, ¿no lo sabes?
Ella parpadeó
ante sus palabras. Había esperado algo más romántico para su primera vez con Edward
.
—Me lo
imagino pero aún y así… —Ella jadeó cuando sintió sus manos en su piel desnuda.
Le bajó las bragas por las piernas y ni siquiera se molestó en sacarlas
completamente. Lo sintió separarle los muslos para ensanchar el espacio y se
preguntó si realmente él iba a hacerlo. Este hombre estaba medio enloquecido.
Sí, era excitante, pero... oh Dios.
Él la rozó con
un dedo y ella no pudo evitar su reacción. Soltó un gemido y él se rió.
—Tan mojada.
Sabía que lo estarías.
—¿Qué?
—Me has
estado imaginando haciéndote esto, ¿verdad? —golpeteó su clítoris y ella empujó
contra él—. ¿Te estampaste contra mi coche a propósito?
—¡No!
—¿Estás
segura?
—¡Sí!
—No mientas o
me detendré —dijo justo antes de que su dedo se metiera en ella.
—No estoy
mintiendo —gimió, inclinándose hasta que apoyó la cara contra la madera fría.
Oyó caer la fuente contra el suelo y se imaginó el lío que había hecho. Toda
aquella comida salpicando y... infiernos, no podía pensar en eso ahora. La
punta de su dedo rozó su punto especial. Una vez. Dos veces. Empezó a respirar
jadeante—. ¡Edward !
—¿Sí? —Él
retiró el dedo y ella casi lloró por la pérdida.
—Por favor.
—Por favor,
¿qué?
Ella se
podría haber detenido pero no quería. Esta era su fantasía, después de todo.
—Fóllame.
Él rió detrás
de ella, sus manos deslizándose hacia delante. Sintió una brisa y comprendió
que le había bajado la camiseta y el sujetador a la vez. Sus pechos cayeron
hasta que tocaron la madera. Las manos se deslizaron entre ellos y la dura
superficie y los estrujó.
—Dulce —se
apretó a sí mismo contra su culo y ella sintió su excitación a través de los
tejanos.
—¡Edward !
—gritó, empujándose contra él. Rotó las caderas, claramente perdida en su
aturdimiento. Todo lo que quería era sentirlo golpear en su interior.
—Esto es lo
que le hago a las niñas malas —dijo mientras se abría los pantalones. Iba sin
ropa interior, como siempre, así que fue relativamente fácil bajárselos y
alinearse—. Di “por favor”.
—¡Por favor!
Él empujó
dentro de ella tan duramente que ella se resbaló sobre el escritorio.
Estaba
golpeando en su interior y se sentía bien incluso aunque estaba bastante segura
de que luego tendría moratones. Él tenía los dedos clavados en sus caderas
mientras la sostenía abajo, sin dejarla moverse. Era él el que controlaba su
ritmo mientras apenas la dejaba devolverle los empujones.
—¿Estás
cerca? —le preguntó, su aliento en la nuca le enviaba escalofríos por la
columna. Se inclinó para susurrarle al oído y el nuevo ángulo hizo que su polla
diera en su punto. Otra vez.
Ay Dios, no
iba a sobrevivir a esto. Entre saber que era Edward , EL Edward , quien estaba
follándola y los movimientos que hacía, estaba definitivamente camino al
infierno. Pero, qué coño, sería una caída maravillosa.
—¿Lo estás?
—repitió, el suave susurro en su oído era una contradicción con cómo se estaba
comportando y ella estaba empezando a desmayarse.
—Edward —gimió,
demasiado pedida en la manera en que él estaba hinchándose en su interior.
—¿Te pone a
cien saber que te vas a correr encima de mí? ¿Tu fantasía? —gimió— ¿Estás
perdiendo el control, nena?
Ella cerró
los ojos, pero nada podría apartar la voz de su cabeza. Él siguió
susurrándole, palabritas sucias que eran
para excitarla a ella o a él, no estaba segura. Todo lo que sabía era que
estaba funcionando. Sintió que sus paredes se estrechaban alrededor de su
poderoso pene, sintió su gemido en respuesta y el modo en que sus dedos
apretaron con más fuerza sus caderas.
—Deprisa
—gritó, sintiendo la caliente espiral recorriendo a través de ella.
—No te corras
antes de que te lo diga.
Sí, claro,
pensó salvajemente mientras él se metía dentro de ella hasta la empuñadura y
luego rotaba las caderas.
Abrió la boca
para gritar pero Edward la ganó por un segundo. Él soltó tacos y más tacos
mientras se vaciaba dentro de ella y cuando ella se dio cuenta de lo que
pasaba, se dejó ir.
Salió
disparada hacia arriba, más alto de lo que jamás había estado y regresó de un
golpe, segundos o minutos más tarde, cuando él se salió de ella. Se desmoronó
en el suelo con las piernas incapaces de sostenerla.
Mirando a
través de su pelo desmadejado, lo observó salir de la habitación, sin importarle
siquiera si ella estaba bien.
¿Pero qué
coño acababa de suceder?
* * * *
Él reapareció
en diez minutos o así, entrando en la habitación como si todo fuera
perfectamente normal. Dejó caer una toalla húmeda en su regazo y le dijo:
—Límpiate, tenemos
cosas que hacer.
Ella
parpadeó.
—¿Qué?
—Tenemos que
encontrar esos papeles para que me pueda marchar. Mueve el culo, ¿quieres?
Mierda, pensó
mientras se agarraba al asiento de la silla y se reequilibraba poniéndose de
pie. Se mordió el labio cuando los músculos de sus piernas temblaron y su
interior clamó. Había sido rudo. Bueno, pero rudo. Le iba a llevar un poquito
volver a sentirse humana. A ese punto, se agarró del escritorio y se empujó en
dirección a la puerta.
—¿Dónde vas?
—Necesito un
baño.
—Creo que no.
—¡No te estoy
pidiendo tu opinión, Edward ! —le contestó bruscamente, sin ni siquiera
mirarlo. Estaba concentrada en encontrar el equilibrio y llegar al baño de una
pieza.
—¿Qué acabo
de decir?
—Ya sé que
tenemos que encontrar esos malditos papeles, no soy idiota. Ni sorda. Pero
necesito un baño y lo necesito ahora.
—¿No puedes
esperar hasta que me haya ido para mimarte?
Ella suspiró.
Sosteniéndose con un brazo contra la pared más cercana, se giró para mirarlo.
Él estaba de pie detrás de su escritorio, como antes. Sus ropas no estaban
descolocadas; no parecía haber sufrido un caso de debilidad de rodillas,
tampoco. Lo miraras como lo miraras, no parecía como si la acabara de follar
hasta hacerla gritar en el clímax.
Y eso la
fastidiaba, ¡maldición!
—Te vaciaste
dentro de mí, Edward , necesito lavarme. Eso y que me estuviste machacando
tanto que me siento bastante dolorida, así que creo que un baño caliente es más
que necesario, te guste o no. Siéntete libre de revisar mis documentos mientras
me alejo de ti. —Se giró y se agarró del marco de la puerta con su otra mano.
—¿De verdad
fui tan rudo?
—Sí —contestó
mientras cruzaba el umbral.
—Pero te
gustó.
—No dije que
no lo hiciera. —Salió de la habitación.
* * * *
Edward intentó
concentrarse en su búsqueda de los papeles desaparecidos pero no podía dejar de
pensar en lo que acababa de pasar en ese mismo escritorio. Había sido breve,
pero tan jodidamente caliente que no le importaría otra partida. Excepto que
ella no le gustaba y bueno… había sido un poquito rudo.
—Joder.
—Maldijo en voz alta, preguntándose qué le pasaba.
Nunca era tan
malo, pero alguien había tomado el control de su cuerpo y… diablos, incluso se
estaba mintiendo. Ella lo había vuelto tan loco que no había sido capaz de
detenerse. Y tenía un culo dulce. Tampoco le importaría sentir sus tetas de
nuevo.
Su polla se
elevó en los pantalones, sorprendiéndolo incluso a él. Su cuerpo estaba listo
para una segunda ronda, incluso aunque su mente no lo tuviera tan claro. Antes
de que lo pudiera meditar, se dirigió a la puerta y buscó el baño.
Localizó el
sonido de agua corriendo bastante rápido y aunque tuvo que evitar al maldito
perro se las apañó para abrir la puerta del baño sin hacer ruido. Entró y cerró
la puerta tras de sí, asegurándose de que no se oyera el clic.
Echó un
vistazo dentro y exhaló. Estaba inclinada sobre la bañera, obviamente
comprobando la temperatura del agua pero estaba desnuda y su culo lo estaba
saludando. Puso todo su cuerpo en tensión y eso fue todo lo que pudo hacer para
no desnudarse justo ahí y ahora. O simplemente bajarse la cremallera y meterse
dentro de ella. Excepto que había hecho eso antes y ahora ella estaba dolorida.
¡Contrólate, McIntyre! Se reprendió mientras se sacaba las botas.
La observó
mientras pasaba por encima de un lado y lentamente se sumergía en el agua. La
bañera redonda parecía más un jacuzzi, pensó a la vez que notaba que dos
personas podían caber fácilmente. Sonriendo de oreja a oreja, rápidamente se
quitó las ropas y se adentró más en el baño.
Ella se
sobresaltó cuando notó emerger una sombra, el sonido se paralizó en su garganta
cuando vio que era él. Era Edward y estaba... desnudo. Ay Dios.
—¿Qué estás
haciendo aquí?
—Yo también
necesito lavarme.
Ella juntó
las cejas.
—¿Qué?
Pensaba que estabas buscando esos papeles.
—Lo estaba
pero de repente me sentí sucio. —Le sonrió mientras se metía por un lado y
empezaba a bajarse hacia el agua hirviendo.
Su brazo rozó
el de ella, que se apartó ligeramente.
—Esto no
tiene ningún sentido. ¿No dijiste que querías irte tan pronto como fuera
posible?
—Sí.
—Y ahora,
¿por qué te está lavando?
—Porque soy
un firme creyente del ahorro de energía —dijo como si eso tuviera lógica.
—¡Corta las
gilipolleces, Edward ! —contestó finalmente ella con brusquedad.
No ayudaba
que ahora estuviera reclinándose contra el lado de la bañera, sus brazos
estirados a cada lado suyo. El jacuzzi era grande pero no tan grande. Su mano
derecha se movió detrás de la cabeza de ella hasta que sus dedos le acunaron la
nuca.
—Deja de estresarte,
cariño.
—Increíble.
—Ella se hundió todavía más—. In-cre-íble.
Él la observó
con ojos entornados cuando sus pechos parecieron flotar en el agua, sus pezones
eran oscuros e invitantes. Se lamió los labios y se perdió la mirada de
sorpresa de ella.
Ella clavó la
mirada en el pecho desnudo. Era la primera vez que le echaba el ojo a su cuerpo
e incluso si el agua y las burbujas escondían algunas cosas, seguía siendo
bastante impresionante. Uou, uou, pensó mientras trazaba sus pectorales con los
ojos. Quiero algo de eso, sí cariño.
Se decidió a
ir por ello. Después de todo, ¿qué posibilidad había de que esto volviera a
suceder? ¿Edward desnudo en su bañera, con ella? Se inclinó hacia él y dijo:
—¿Te puedo
pedir algo?
Él cerró los
ojos.
—Lo suponía.
—No suenes
tan entusiasta.
—Estoy
preocupado.
—¿Y eso?
—Estoy
empezando a darme cuenta de cómo operas. ¿Qué es lo que quieres?
Ella se lamió
los labios.
—¿Me puedes
besar?
Se sentó de
golpe.
—¿Qué?
—Un beso.
Hemos tenido sexo pero no nos hemos besado y... y me gustaría saber cómo se
sienten tus labios.
Su polla
creció otros pocos centímetros.
—Joder,
cariño.
—¿Eso es un
sí?
Él le devolvió la mirada
pero en verdad ella parecía ansiosa.
—¿Qué crees? —replicó con
su voz baja, justo antes de que ella se inclinara y rozara su boca con la suya.
Ella se volvió maleable junto a él, la palma en su nuca acercándola hasta que
estuvo acurrucada estrechamente contra él.
Sus pechos
desnudos rozaron el de él y Edward gimió, su lengua encontrando la de ella.
Maldición, la
deseaba de nuevo.
—¿Y?
—preguntó Edward tan pronto como rompió el beso.
Ella abrió
sus ojos somnolientos, su boca ardiendo tanto por sus atenciones como por su
barba de dos días.
—No está mal.
—Intentó darle un tono casual, pero su voz era tan ronca que no sirvió para
nada.
Él se rió.
—Fue
jodidamente caliente, cariño y lo sabes.
Los ojos de
ella brillaron.
—Tal vez. —Se
reclinó de nuevo en la bañera, apartándose de él.
Su cuerpo ya
no lo tocaba, suspiró y cerró los ojos. Esto era agradable. Estaba en su
jacuzzi, el agua estaba caliente y estaba empezando a sentir que sus músculos
se relajaban. Edward estaba con ella. Esto era tan bueno como podía ser.
O tal vez no.
Bueno fue
cuando unos dedos bajaron por su pecho y empezaron a juguetear con sus senos,
pellizcando los pezones hasta el punto del dolor. Hasta que estuvo jadeando,
abriendo los ojos para encontrar a Edward cerca. Tan cerca que tan sólo podía
mirar su cara cuando se inclinó y tomó una de las puntas endurecidas en la
boca. La chupó, la mordisqueó, hizo de todo para volverla tan sensible que ella
gritó cuando se apartó. Pero fue sólo para hacer lo mismo con la otra.
—¡Edward !
—gimió y sus manos fueron a la cabeza de él, agarrando su cabello oscuro.
Él levantó la
mirada, adorando la manera en que el rostro de ella se había enrojecido. Sus
ojos estaban desenfocados, los labios entreabiertos como si le costara
respirar. Y todo porque él estaba jugando con sus tetas. Dios, ¡él era bueno!
—Siéntate,
cariño.
Ella abrió
los ojos, no recordaba haberlos cerrado y lo observó mientras él se recostaba,
dejando sus pezones tan rojos que casi brillaban.
—¿Por qué?
—Tan sólo haz
lo que te digo.
Ella exhaló.
—Sigo
queriendo saber por qué.
Él endureció
el rostro.
—Esto no es
una jodida petición. ¡Siéntate!
Ella juró que
se puso todavía más excitada. Se veía tan magnífico ahí tan cabreado. Incapaz
de detenerse, le sonrió.
—¿Por qué
estás sonriendo así? —Él inmediatamente comenzó a sospechar.
—Uh, nada. ¿A
qué quieres hacérmelo otra vez?
Edward gimió,
pero esta vez no fue de placer.
—Por el amor
de... ¡¡SIÉNTATE!! —rugió, su voz haciendo eco en los azulejos del baño.
—De acuerdo,
de acuerdo. Mierda, no hacía falta gritar —murmuró mientras se sentaba.
Él la agarró
de la cintura y la colocó en el borde que iba paralelo a la pared.
Su culo chocó
con las velas que tenía allí normalmente, enviándolas al agua.
—¡Edward !
Él no se dio
ni cuenta, demasiado concentrado en mover su cuerpo hasta que estuvo colocado a
su gusto.
—Ahí,
perfecto.
Ella miró
hacia abajo y se puso más húmeda. Estaba apoyada contra la pared fría, pero no
le importaba. Sus piernas estaban abiertas de par en par y Edward arrodillado
entre ellas y deslizando las manos por sus muslos. Despacio. Muy despacio.
Hasta que sus caderas dieron un tirón pero él siguió sin llevarlas donde se
sentía bien.
—¡Maldición!
Él rió por su
impaciencia.
—¿Quieres
algo?
—¡Tócame!
—¿Dónde? —Se
burló él, sin apartar los ojos de los de ella—. ¿Aquí? —Su pulgar le rozó el
clítoris por un segundo calentísimo.
—¡Sí!
—¿O aquí?
Ella cerró
los ojos cuando él atormentó su entrada con dedo hábil.
—Dios.
Edward la
miró, admirando sus curvas y la manera en la que se ofrecía a sí misma. No
sabía nada de ella, excepto que conducía como una lunática y tenía una mala
tendencia a cabrearlo. Pero ahora mismo eso no era importante. No, lo que era
importante era compensarla por cómo se había comportado antes. Por supuesto
ella había dicho que no le había importado que hubiese sido tan rudo.
Se inclinó y
preguntó una vez más:
—¿Qué, sobre
aquí?
Ella jadeó,
sus piernas se apretaron alrededor de sus hombros al sentirlo golpeteando en su
interior. La atormentaba con toques ligeros mientras sus dedos le agarraban las
caderas, forzándolas a estar quietas, antes de ascender un nivel. O dos.
La cabeza de
ella daba bandazos de lado a lado, manteniéndose en el borde de la bañera y
luchando contra el agarre de él. Sus caderas querían moverse acompañando a sus
caricias, su cuerpo se sentía listo para auto consumirse.
Ella gimió su
nombre. Una vez. Dos. Su lengua entró en ella. Una vez. Dos. Lameteó el
clítoris y volvió a empezar. Una vez. Dos veces.
Ella empezó a
gritar, incapaz de controlarse. Puro placer la atravesó, su cuerpo perdiendo el
contacto con la realidad hasta que se encontró cayendo. Chocó contra el agua,
totalmente agotada.
* * * *
—¿Te sientes
mejor?
Ella asintió,
sintiéndose extrañamente escarmentada. Llevaban sentados en el agua fría por lo
que parecía una hora. Ni hablaban, ni se tocaban. Sólo disfrutando del silencio
mientras descansaban del mundo olvidado por un momento.
Ella giró la
cabeza y encontró su mirada. Se esperaba que él hubiera saltado tan pronto como
ella se corrió, había esperado que él la hubiera vuelto a sentar en el filo
para poder empujar en su interior y follarla hasta perder el sentido. Pero no,
él sólo la había ayudado a reclinarse de nuevo en la bañera; luego se sentó en
el otro extremo y no había dicho nada más.
Y lo más raro
de todo era que sabía que él estaba duro. Había sentido su excitación antes,
sabía que seguía así porque podía ver la punta sobre la superficie de vez en
cuando. Bastante energía para un hombre de su edad, también, pensó mientras él
movía las piernas, piel oscura y brillante apareciendo debajo del agua.
Antes de que
pudiera detenerse, se inclinó y rodeó su polla con una mano.
—¡Joder!
—siseó él, sus caderas dando un tirón hacia arriba—. ¿Qué estás haciendo?
—¿Tú que
crees? —Ella sonrió, contenta, por una vez, de ser la que estuviera bromeando.
Acarició la abertura con su pulgar, recogiendo la humedad de ahí. Subió la mano
y se lamió el dedo, ganándose un gemido estrangulado del hombre sentado delante
de ella.
—Tú, pequeña…
—Se interrumpió a sí mismo.
—¿Sí?
—Chúpamela.
Recordando
sus anteriores acciones, se movió hasta que estuvo de rodillas entre sus
extendidas piernas y dijo:
—Di “por
favor”.
Él la agarró
de la cabeza con ambas manos, los dedos retorciendo su húmedo cabello.
—No me empujes.
¡Mierda! De
repente ella se sintió indefensa cuando él la dirigió hacia abajo hasta que sus
labios estuvieron justo encima de su polla.
—¿Edward ?
Él oyó el
punto de duda en su voz y se obligó a regresar a la realidad. Esto no era un
sueño.
Contrólate,
¡hombre! Soltando un poco el agarre de su cabeza, le inclinó el rostro para que
lo pudiera mirar. Con una voz más suave, le dijo:
—Por favor,
cariño, chúpamela.
Ella
parpadeó. ¡Había dicho ‘por favor’! ¡Edward había dicho ‘por favor’! ¿Quién lo
hubiera pensado? Uau, pensó, debe querer de verdad una mamada. Riéndose
tontamente, sintiéndose demasiado feliz, se inclinó y sopló su pene duro.
Edward tembló
por la caricia intencionada, esperando que se diera prisa. Quería sentir la
boca alrededor de él, quería empujarse dentro mientras ella lo raspaba con sus
dientes.
—¡Joder!
Sus dedos se
tensaron de nuevo en su cráneo, gruñó y luchó contra la urgencia de empujar.
Demasiado pronto, era demasiado pronto, ella acababa de empezar a jugar con él.
Pero su lengua estaba rodeándole la polla, jugueteando con su abertura hasta
que salió semen. Lo lamió ansiosa y él casi se corre en ese preciso momento y
lugar.
Pero
afortunadamente, los años le habían enseñado control. O eso pensaba. Excepto
que llevaba mucho tiempo duro y cuando ella lo había tomado en su boca, más y
más profundamente hasta que la punta le tocó el fondo de la garganta, dejó ir
un rugido y se vació dentro de ella.
Observó
mientras ella siguió chupándolo, bebiéndolo hasta que estuvo seco y pulido y sencillamente...
muerto sin más. La cabeza le daba vueltas, sus piernas se sentían como si
hubiera corrido una maratón. Pero no la dejó ir lejos. No, en vez de eso la
agarró y se la puso a su lado.
Ella suspiró
y dejó caer la cabeza sobre su hombro, ambos sintiéndose a gusto por primera
vez aquella tarde.
* * * *
Observó cómo
desaparecían sus luces traseras a lo lejos y se abrazó a sí misma,
reprendiéndose por las lágrimas que ahora le caían por las mejillas. Había sido
una casualidad, nada más que un encuentro casual. Algo que no debería haber
sucedido jamás pero que lo había hecho. Dios, lo había hecho.
Enfadada, se
apartó las lágrimas, cerró la puerta detrás de ella y acarició ausentemente la
cabeza de Killer.
Él había
decidido pasar de los papeles del seguro, declarando que de todos modos tenía
dinero suficiente para cubrir los costes de cualquier reparación. Ella había
entendido perfectamente, más allá de sus palabras, que él sentía que ella ya le
había pagado por completo.
No estaba
segura de si debía sentirse enfadada por ello o no. ¿Debería empezar a sentirse
una guarra porque le había dejado joderla?
Pero es que
ella lo había deseado durante mucho tiempo. Seguramente no era un crimen
divertirse de vez en cuando. Después de todo, había sido una oportunidad única
en la vida. Ahora ya podía ponerle oficialmente la crucecita a ‘Tener sexo con Edward
Cullen’ en su lista.
Listo y
acabado.
Le daban
calambres en los muslos y parpadeó ante el recordatorio. Había sido rudo, pero
tannn bueno. Recordó el modo en que le había dado placer en la bañera y se puso
húmeda. Edward , Edward
, Edward . Estaba segura
de que él se convertiría fácilmente en una adicción. Un motivo más por el que
era una buena cosa que hubiera sido una sola noche.
¿Verdad?
[1] Killer, en inglés,
‘asesino’ (N. de la T.)
[2] Fármaco conocido como la droga de los violadores (N. de la T.)
que gastó observando fijamente al hombre que conducía por el carril de la
izquierda. Un segundo de gritar para sus adentros porque lo había reconocido y
¡oh dios mío, Edward Cullen estaba en el coche junto al de ella!
Entonces el
coche de delante frenó, ella sólo se dio cuenta en el último instante posible y
viró bruscamente para evitarlo. En vez de eso se estampó contra el coche que había
estado mirando con tanta intensidad.
Aparcaron
fuera del tráfico, los camiones los pasaban a gran velocidad. Se permitió
empezar a sonrojarse cuando su fantasía hecha realidad salía del coche con un
gesto de dolor y las cejas fruncidas.
Oh, sintió un
escalofrío recorrer su espalda. Él se acercaba dando zancadas, los ojos verdes
centelleando. Tal vez sólo llevaba una camiseta sin mangas y unos vaqueros
gastados, pero seguía viéndose caliente. Los ojos de ella se dieron un
recorrido por su cuerpo, adorando sus rozadas botas marrones, el enorme reloj
de piel que rodeaba su muñeca izquierda y el pendiente que brillaba en su oreja
derecha. ¿Desde cuándo había vuelto a usar pendientes?
El
pensamiento la abandonó en cuanto él se detuvo delante de ella y abrió la boca:
—¿Qué coño ha
sido eso?
—Me distraje,
yo…
Él la
interrumpió:
—¿Que se
distrajo? ¿Esa es su excusa, señora?
—Mmm, ¿sí?
—¡Eso no es
jodidamente suficiente! —Ella parpadeó al oír las palabrotas—. ¡Este es un
coche de alquiler! ¿Ve el estado en el que se encuentra ahora? ¿Eh?
Ella hizo
como le ordenó y dio un buen vistazo al coche que estaba detrás de él. Todo el
costado izquierdo estaba abollado, la puerta de atrás se veía doblada. No creía
que él fuera capaz de volver a abrir esa puerta. Uuups.
—Estoy segura
de que mi seguro cubrirá los costes. —Intentaba tranquilizarlo a él y a ella
misma.
—¡No me
importa el dinero! ¡Es cuestión de principios! ¿Pero cómo le dieron el carné?
—Pues fui a
la autoescuela y…
—Joder, no me
lo puedo creer. —Se agarró la cabeza con ambas manos.
—Lo siento, Edward
, prometo que pagaré los destrozos. De verdad que…
—¿Qué me has
llamado?
—Mmm, ¿Edward
? Ése es tu nombre, ¿no?
Él la miró
fijamente:
—¿Cómo sabes
mi nombre?
Ella se
mordisqueó el labio inferior antes de admitir finalmente:
—Soy fan
tuya.
—Pues claro
que lo eres —suspiró—. Déjame adivinarlo, me estabas mirando a mí y no por
dónde circulabas.
—Tal vez.
—Ella se movió nerviosa bajo su mirada.
—Joder
—volvió a jurar, haciéndole preguntarse si era así de forma habitual.
No estaba
segura de si podría vivir con alguien tan malhablado. Quiero decir ¡piensa en
los niños! ¡Quieta! ¡Céntrate, idiota! ¡Esto no es un sueño y no vas a tener
hijos suyos!
—Lo siento.
—Ya, ya.
¿Entiendes lo que has hecho? ¿Y el porqué? ¿Porque yo era el coche que estaba a
tu lado?
Ella soltó un
jadeo por sus palabras. Sobre todo porque tenía razón.
—Oh, venga
ya, no es culpa mía. Tú estabas ahí sentado y te veías…
—¿Qué no es
su culpa? —La interrumpió antes de que pudiera acabar su explicación—. Joder,
¿me está tomando el pelo? ¡Se me echó encima, señora!
—Sí, pero…
—No, no. —Él
hizo un gesto con la mano—. ¡Déjeme adivinar! ¡Usted es una fan así que eso lo
hace todo mejor! —A ella se le abrió la boca pero no le salió nada. ¡El maldito
se estaba burlando de ella!—. ¿Qué, nada que decir ahora? —La provocó,
mofándose.
Sabía que
debería estar molesta con su comportamiento, pero de verdad, era tan excitante.
A ella siempre le había encantado un Edward malhumorado y esto era
sencillamente perfecto. Por supuesto, normalmente en sus sueños él la
levantaría y se la llevaría en su coche-casa-donde fuera y haría de todo con
ella. Su cara se puso caliente cuando se dio cuenta de que no había oído ni una
palabra de lo que él había dicho en los últimos cinco minutos, demasiado
concentrada en su fantasía de él levantándole la falda y empujando en su
interior.
—¿Has oído
alguna de las jodidas palabras que he dicho?
—Mmm, ¿no?
—Increíble
—suspiró, cruzando los brazos sobre el pecho—. Y ahora ¿qué jodido problema
tienes?
Venga, ¡a por
ello! Su mente canturreaba y ella cerró las manos en puños. Mirando hacia
arriba, dijo:
—Lo siento,
no me puedo concentrar contigo siendo tan guapo.
Él jadeó:
—¿Pero qué
coño? ¿Así que ahora es culpa mía?
Lo meditó y
asintió con la cabeza.
Juraría que a
él la parte superior de la cabeza le explotó.
* * * *
Le llevó un
momento pero al final pudo calmarse lo suficiente como para hablar:
—Tenemos que
intercambiar los datos del seguro.
—Ah sí,
claro. —Lo observó caminar de regreso a su coche.
Un camión
bajó la carretera a gran velocidad y sintió una enorme corriente de aire menear
sus costados. Ella dio un chillido y volvió a mirar la carretera. Demasiados
camiones la tomaban para atajar por las montañas y se la conocía por ser una de
las más peligrosas del estado. Observó cómo otro camión de catorce ruedas se
dirigía a ellos a gran velocidad y dio un bote del susto. Antes de que pudiera
detenerse, corrió a su coche y se cerró dentro.
—¡Ey! —Edward
apareció en su ventanilla un minuto más tarde. Golpeó el cristal hasta que ella
encendió el motor y lo bajó—. ¿Qué pasa?
Ella señaló a
la carretera y a los camiones que pasaban.
—Pensé que no
era seguro quedarme en un lado de la carretera. Demasiados camiones. ¿Quieres
entrar?
Él meneó la
cabeza con fuerza.
—No me voy a
meter en tu coche. Con mi suerte, me secuestrarás porque soy tu quarterback
favorito o por cualquier otra mierda.
—Oh.
—Parpadeó ante esa suposición. Bueno, si lo pensaba era una idea bastante
buena. Se lo podría llevar a un lugar apartado, esposarlo a la cama y hacer con
él lo que quisiera durante horas y horas. ¡Qué plan más brillante! Le sonrió de
oreja a oreja y entonces se dio cuenta de que él la miraba como si se hubiera
vuelto loca—. Mmm, yo jamás haría eso —por supuesto que no. Mmmm—, pero no
podemos quedarnos aquí. Es demasiado peligroso. Esta carretera es…
—Ya lo sé.
Conduzcamos a algún otro sitio y aparquemos donde no molestemos a nadie.
Ella asintió.
—Buena idea.
Yo conduzco, tú me sigues.
—No, yo…
No le dio
oportunidad de responder porque sencillamente volvió a subir la ventanilla.
Entonces le hizo un gesto con la mano a través del cristal y observó que su
cara volvía a enrojecerse. Ohhhh, otra vez enfadado. ¡Bien hecho!
Sonreía
abiertamente mientras por el espejo retrovisor lo veía caminar de regreso a su
coche. Parecía que la estaba insultando entre dientes y era demasiado
divertido. Y caliente. No nos olvidemos de caliente.
Esperó a que
sus luces parpadearan y luego se las apañó para volver a la carretera sin
demasiados problemas. El coche de él rápidamente la siguió y ella se preguntó
dónde podrían ir. Él sólo quería intercambiar información del seguro y luego
irse a sus cosas, pero ésta era su oportunidad única en la vida. ¡Estaba
clarísimo que no iba a dejarlo marcharse tan rápido! Qué hacer. Qué hacer.
Divisando una carretera secundaria, frenó y giró tan bruscamente a la derecha
que saltó gravilla contra los lados de su coche. Miró por el retrovisor y
sonrió abiertamente cuando vio a Edward detrás del volante, viéndose
tremendamente fastidiado. Ay dios mío, ¡esto se le estaba dando francamente
bien!
Continuó
conduciendo, ignorando sus señales hasta que pensó que estaba lo suficientemente
desierto. Cuando finalmente detuvo el coche y se dirigió a un pequeño
aparcamiento preparado para montañeros y cazadores, los árboles se cernían
sobre ellos. Aparcó y salió, preguntándose qué debería hacer a continuación.
De todos
modos él no le dio tiempo suficiente para planear nada porque ya estaba
viniendo de su coche dando zancadas y gritándole:
—¿Está loca
de atar?
—¿Por qué?
—Ella frunció el ceño.
—¿Tenía que
conducir hasta tan lejos de la carretera principal?
—Pero pensé
que dijiste que deberíamos aparcar en algún sitio que no molestáramos a la
gente. Aquí no hay nadie, así que no molestaremos a nadie.
—¡Me refería
a aparcar en un café de carretera, un McDonald's! ¡Cualquier lugar menos este!
—Ah, entonces
deberías haber sido más claro.
—¡Me cortó!
Subió la jodida ventanilla antes de que pudiera...
—Lo siento,
pensé que tenías prisa y esos enormes camiones me estaban asustando a muerte.
Él apretó los
puños.
—Usted,
señora, está loca.
—Ugh. —Ella
cruzó los brazos sobre el pecho y se apoyó contra el costado del coche. El cual
tenía, increíble como pudiera parecer, apenas un rayón de su anterior colisión.
¿Ella era buena o qué? —Decir eso no es algo muy educado.
—No estoy de
humor para ser agradable o educado. Ahora saque los papeles de su seguro para
que podamos acabar esto y pueda seguir mi camino.
Ella miró la
mano que había aparecido delante de ella.
—Papeles del
seguro, ¡claro!
Hizo muchos
aspavientos mientras volvía a meterse en el coche, rebuscando en su bolso.
Entonces lo vació en el asiento del pasajero y rebuscó en el caos. Ningún papel
del seguro. Ni siquiera su carné. Así que ¿dónde coño los había metido? Estaba
bastante segura de que los tenía la última vez que la había parado un policía.
Su puerta se
abrió, Edward se inclinó sobre ella con un gruñido.
—¿Por qué
coño está tardando tanto?
—No los puedo
encontrar. Estoy segura de que los tenía la última vez que cogí este coche.
Segura.
—¡Entonces
encuéntrelos! ¡Ya!
—¡Lo estoy
intentando! —respondió, sus manos estaban empezando a temblar.
—¡Oh, por el
amor de Dios! —Él se precipitó a dar la vuelta al coche y abrió la puerta del
copiloto. De rodillas en la tierra, empezó a buscar entre sus cosas y se detuvo
cuando sus dedos encontraron un paquete de preservativos.
—Me gusta
estar preparada —dijo ella en el tenso silencio.
Él levantó la
mirada hacia ella, meneando la cabeza y la volvió a dejar caer en el asiento.
—¿Dónde está
su carné?
—No lo sé.
Tampoco lo puedo encontrar pero estoy segura de que está junto a los papeles
del seguro.
Le sonrió y
observó mientras él se daba golpes con la cabeza contra la puerta. Bastantes
veces seguidas.
* * * *
—Debo
habérmelos dejado en casa. —Miró al interior del coche, hecho un completo lío
gracias a Edward . Había abierto todos los compartimentos, había tirado todo al
suelo para poder revisarlo todo, pero no había aparecido ningún carné. Tampoco
los papeles del seguro.
—¿Sólo ahora
se acuerda de eso? —dijo él con los dientes apretados. Se había hecho de noche
mientras buscaban los documentos y la luz interior del coche no era lo
suficientemente fuerte para hacer que sus facciones se vieran claramente.
Aunque podía
oír el enfado en su voz. Unos temblores le recorrieron la espalda al
imaginárselo agarrándola y echándola al asiento trasero. Entonces él le subiría
la falda y sus manos...
—¿Me está
escuchando? Joder, ¿qué he hecho para merecer esto?
Ella
parpadeó, regresando al presente y lo observó mientras él daba una patada a su
rueda delantera.
—¡Hey!
—¿Qué? —Se
giró y dio un paso hacia ella, la furia irradiando de cada uno de sus poros—.
¿Y ahora qué quiere que hagamos?
Ella se
mordisqueó el labio inferior antes de que se le escapara exactamente lo que
quería que hicieran. Con todo detalle.
—¿Quieres ir
a mi casa así podemos recuperar esos papeles?
—No —le contestó
bruscamente—. Quiero que vayas allí y regreses aquí con ellos. O mejor aún,
dame tu dirección y tus llaves.
Ella
parpadeó.
—¿Qué? ¿Por
qué?
—Iré y los
buscaré yo mismo.
—Eso no tiene
ningún sentido. ¡Si ni siquiera sé dónde los he dejado!
—¿No? —ella
negó con la cabeza. Él volvió a jurar—. ¡Maldición! Tenía que estar en un sitio
esta noche, ¿sabe?
—Pero todavía
es temprano. Quiero decir que si vamos hasta mi casa y encontramos los papeles
podrás continuar tu camino. —Hasta que ella encontrara una manera de hacer que
se quedara, por supuesto.
—¿Dónde vive?
—Arriba de
esa colina —hizo un gesto con la cabeza hacia una montaña en la distancia.
—¿Ahí arriba?
—Pues sí.
Tengo una cabaña que uso los fines de semana. Está un poco apartada pero tengo
un perro guardián y...
—¡Déjese de
chácharas y vamos! —Él la agarró por el antebrazo y la empujó hacia su
asiento—. Conduzca y la sigo. Y, joder, por el amor de Dios, ¡empiece a usar
los intermitentes!
—Vale
—murmuró mientras él corría a su coche y abría de golpe la puerta del
conductor. ¡Ahora tenía unos buenos treinta minutos para idear un plan!
* * * *
No pensó ni
una sola vez en dónde había puesto su carné o los otros documentos, pero se las
apañó para recordar dónde había dejado sus esposas. Seh, ¡bien por ella!
Rescatando
sus llaves del desorden del suelo del coche, más o menos metió todo de vuelta
en su bolso y se lo echó al hombro. Ni siquiera se molestó en esperar a Edward ,
que estaba aparcando su coche, se dirigió a la puerta delantera de la cabaña y
oyó las uñas del perro en el suelo de madera.
—Ey pequeño,
estoy en casa —dijo cuando abrió la pesada puerta y fue saludada por una feliz
cola meneándose—. ¿Qué tal tu día?
—Habla con su
perro —Edward suspiró detrás de ella—. Por supuesto que lo hace.
El perro en
cuestión, olfateando al intruso, se tensó bajo su mano.
—¡No, Killer[1]!
—El gran alsaciano se detuvo en el acto pero sus ojos no abandonaron la
cara del hombre.
—¿Killer?
—Ya te lo
dije. Es un perro guardián.
—Vale. —Edward
lo observó, inquieto—. ¿Muerde?
—Sólo si le
digo que lo haga —contestó ella descaradamente y entonces empujó a su chucho
más allá en la habitación—. Deja estar a Edward , Killer. Es un amigo.
Ella lo oyó
murmurar en voz baja “no, no lo soy” pero hizo como que no lo escuchó. Lo sería
una vez dejara esa casa, se lo prometió a sí misma.
—¿Quieres
algo de beber? —Dejó caer su bolso en una mesita auxiliar de la entrada
principal y caminó hacia la cocina, sus pisadas haciendo eco tras de sí.
—Esto no es
una cita, señora. ¿Dónde están esos papeles?
Ella se
encogió de hombros.
—Como ya
dije, no lo recuerdo. Pero no te preocupes, tengo sed, así que me serviré una
coca-cola. ¿Por qué no empiezas a buscar en mi oficina? Es la segunda puerta a
la derecha —señaló con la cabeza hacia el otro lado del vestíbulo.
Él la observó
abrir el frigorífico y luego suspiró.
—De acuerdo,
no me importaría beber una coca-cola también.
Ella sonrió a
los contenidos de su nevera. ¡Lo estaba pescando!
—Por
supuesto. Te la traigo enseguida. ¿También tienes hambre?
—No, con una
bebida ya bastará.
Sí, claro.
Oyó sus pisadas salir de la habitación y hurgó en los armarios. Él iba a comer
algo también. ¡No le daría otra opción!
* * * *
—Aquí tienes.
Edward levantó
la mirada. Había rebuscado en su escritorio, meticulosamente, escaneando cada
documento que cayó en sus manos. Y había un montón. No sabía cómo alguien podía
vivir así. Con ese desorden. ¡Se estaba volviendo loco sólo de mirarlo!
—Gracias
—contestó mientras ella depositaba una bandeja delante de él. Frunció el ceño
cuando vio lo que contenía—. Dije que no tenía hambre.
Ella se
encogió de hombros.
—Bueno, pues
yo sí. No tienes que comer si no quieres.
—Vale
—murmuró él, cogiendo otra hoja de papel.
—¿Has
encontrado algo?
—No. Esto es
un lío.
—Lo sé —dijo
ella sentándose en la butaca que robaba casi todo el espacio detrás del
escritorio.
—Llevo meses
con intención de ponerlo en orden pero nunca encuentro el momento.
Él agarró su
vaso y lo acabó de golpe. Entonces la miró mientras ella agarraba un nacho con
salsa y le echaba algo de queso por encima. Se lo metió en la boca y gimió:
—Qué bueno
está.
Edward se
sintió ponerse tenso al ver sus ojos entornados y con una obvia mirada de
placer. ¿Por un simple chip? ¿Pero qué coño?
—¡Déjelo ya!
Ella se
irguió en su asiento.
—¿Qué? ¿Qué?
¿Qué he hecho?
—¡Deje de
intentar seducirme! No va a funcionar, señora. No es mi tipo.
Ella se puso
tensa.
—¡Yo no estoy
intentando nada! Estaba comiendo, a lo mío, mientras que tú... tú estabas...
¡Arg! Y no me importa si soy de tu tipo o lo que sea.
—Sí, claro
—se burló él—. Eres una fan, ¡tú misma lo dijiste!
—¿Y? —Cruzó
los brazos y lo miró.
—Pues que me
deseas. Probablemente estarás húmeda sólo porque estoy aquí junto a ti.
A ella se le
abrió la boca pero no le salió nada. ¡Maldito hombre que pensaba que era tan
sexy! Le fastidió todavía más cuando comprendió que tenía razón. Estaba húmeda,
¡maldición!
—¿Nada que
decir? —La provocó él otra vez. Incluso levantó las cejas.
—¡Vete al
infierno! —le contestó bruscamente, pero eso sólo lo hizo reírse.
—Claro,
cariño —dijo él casi de manera ausente antes de volver a los documentos
extendidos delante de él.
Tal vez lo
acababa de decir pero el modo en que la llamó cariño tan sólo unos segundos
antes habían sido suficiente para hacer que se le retorcieran las tripas. Ay
Dios, lo deseaba. Muchísimo. Lamiéndose los labios, se inclinó y preguntó:
—¿Necesitas
ayuda?
Él la miró.
—¿Recuerdas
dónde los pusiste?
—Mmm, no.
—Entonces no,
no necesito tu ayuda.
—Perfecto
—suspiró mientras se volvía a reclinar en la suave piel—. Entonces me quedaré
aquí y me pondré cómoda.
Su espalda se
tensó ligeramente pero no se dio la vuelta. En vez de eso se concentró en la
búsqueda y empezó a organizar sus papeles en pulcros montoncitos. De todos
modos no podía evitar escuchar lo que ella estaba haciendo detrás de él.
Ruiditos de placer mientras se comía otro chip. Un sorbo cuando bebía
coca-cola.
Cogiendo una
carta, apretó las manos. Joder, tenía que mirar. Giró la cabeza hacia la
izquierda y notó cómo se le abrían de par en par los ojos cuando la vio.
Estaba
prácticamente tumbada en la silla con las piernas encogidas debajo de ella. La
falda se le había subido pero no parecía haberlo notado, probablemente
demasiado ocupada con su tentempié. La observó coger un poco de salsa agria con
un dedo y metérselo en la boca. Lo lamió y Edward se pudo imaginar su lengua
alrededor de él. Como lo haría alrededor de su propia lengua o, mejor, su
polla. Se sintió ponerse duro y maldijo.
—¡Joder!
Ella jadeó,
sacando el dedo de su boca con un sonido húmedo.
—¿Qué pasa?
¿Los has encontrado?
—¡No! —Se
giró de nuevo hacia el escritorio y agarró los bordes con ambas manos. Le
ordenó a su erección que bajara, pero no se la podía sacar de la cabeza. Estaba
volviéndolo loco, ¡maldición!—. ¿Me drogaste la bebida?
—¿Qué? —Se
sentó—. ¿Crees que te drogué?
—¡Sí! —Se dio
la vuelta de repente—. ¿Lo hiciste, verdad? ¿Qué me pusiste en la coca-cola?
¿GHB[2]?
—Tío, estás
loco.
—¿Qué hiciste?
—rugió cogiéndola de los antebrazos y cerniéndose sobre ella—. Dímelo.
—¡Nada! ¿Y no
crees que ya te estarías sintiendo mal si te hubiera puesto algo en la bebida?
¡Te la bebiste de un trago!
Él se
enderezó y empezó a caminar de un lado al otro. Tenía sentido lo que decía,
¡maldición! Se sentía bien, excepto por el modo en que sus pantalones vaqueros
se estaban izando. Así que tal vez no era culpa de ella. Tal vez era que su
cuerpo le estaba recordando que llevaba un tiempecito sin tener sexo. Aunque, ¿por
qué ahora?
Le había
dicho la verdad antes: ella no era su tipo. Normalmente iba tras mujeres de
miembros largos con tetas y bronceado artificiales, que daba la sensación de
que siempre estaban rodeando a los futbolistas. Grupies, conejitas, como fuera
que se llamaran a sí mismas. No le importaba nada más que estuvieran listas y
calientes por entrar en su cama.
Pero esta
mujer era diferente. Ni estaba delgada ni estaba morena. Ah, era curvilínea
como el infierno y su culo redondo era justo como les gustaba a los hombres.
Definitivamente podría hacer algo con ese trasero. Oh sí. Joder, McIntyre,
¡contrólate! ¡Ella está loca! No necesitaba empeorarlo, eso seguro.
Ella lo
observó pasarse la mano por los cabellos. Parecía agitado y enfadado y
sencillamente adorable. Dios, adoraba cómo se veía.
Escuchándola
suspirar, giró para enfrentarla y se fijó en sus ojos entornados.
—¿Y ahora
qué?
—¿Mmmm? —Parpadeó—.
Estaba pensando en lo excitante que te ves cuando estás enfadado.
Él se sintió
apretar los dientes. ¡Era increíble!
—¿Así que te
gusta cuando me enfado? —Su voz era engañosamente suave.
Ella levantó
la mirada hacia su dominante figura y asintió.
—Uhm, sí. ¿Es
algo malo? Probablemente no debería haberlo dicho. Quiero decir, no tiene nada
que ver con...
—Tienes
razón. No deberías haberlo dicho en absoluto. ¿Quieres saber por qué?
—No, en
verdad no.
Él ignoró su
respuesta.
—Porque
significa que voy a hacer esto.
Antes de que
se pudiera imaginar lo que había planeado hacer, la agarró de los hombros y la
levantó. Ella gritó cuando sus piernas se liaron con su falda y se encontró
cayendo contra el borde del escritorio.
—Perfecto
—dijo él empujándola hacia abajo, sintiendo cómo su mano derecha hacía presión
entre sus omóplatos.
—¿Qué estás
haciendo? ¿Edward ?
—No montes
escándalo, sé que quieres esto.
—¿Querer qué?
—Esto
—repitió él, pero esta vez deslizó su rodilla entre sus muslos.
Ella gimió
por el súbito movimiento, extendiendo las manos delante de ella sobre el
escritorio. Se las arregló para agarrarse y tirar hacia arriba, pero a él no
pareció importarle. Estaba demasiado ocupado subiéndole la falda por el culo.
—Pensaba que
yo no te gustaba.
—Y no me
gustas.
—Pues eso no
tiene sentido.
—A un hombre
no tiene por qué gustarle una mujer para follársela, ¿no lo sabes?
Ella parpadeó
ante sus palabras. Había esperado algo más romántico para su primera vez con Edward
.
—Me lo
imagino pero aún y así… —Ella jadeó cuando sintió sus manos en su piel desnuda.
Le bajó las bragas por las piernas y ni siquiera se molestó en sacarlas
completamente. Lo sintió separarle los muslos para ensanchar el espacio y se
preguntó si realmente él iba a hacerlo. Este hombre estaba medio enloquecido.
Sí, era excitante, pero... oh Dios.
Él la rozó con
un dedo y ella no pudo evitar su reacción. Soltó un gemido y él se rió.
—Tan mojada.
Sabía que lo estarías.
—¿Qué?
—Me has
estado imaginando haciéndote esto, ¿verdad? —golpeteó su clítoris y ella empujó
contra él—. ¿Te estampaste contra mi coche a propósito?
—¡No!
—¿Estás
segura?
—¡Sí!
—No mientas o
me detendré —dijo justo antes de que su dedo se metiera en ella.
—No estoy
mintiendo —gimió, inclinándose hasta que apoyó la cara contra la madera fría.
Oyó caer la fuente contra el suelo y se imaginó el lío que había hecho. Toda
aquella comida salpicando y... infiernos, no podía pensar en eso ahora. La
punta de su dedo rozó su punto especial. Una vez. Dos veces. Empezó a respirar
jadeante—. ¡Edward !
—¿Sí? —Él
retiró el dedo y ella casi lloró por la pérdida.
—Por favor.
—Por favor,
¿qué?
Ella se
podría haber detenido pero no quería. Esta era su fantasía, después de todo.
—Fóllame.
Él rió detrás
de ella, sus manos deslizándose hacia delante. Sintió una brisa y comprendió
que le había bajado la camiseta y el sujetador a la vez. Sus pechos cayeron
hasta que tocaron la madera. Las manos se deslizaron entre ellos y la dura
superficie y los estrujó.
—Dulce —se
apretó a sí mismo contra su culo y ella sintió su excitación a través de los
tejanos.
—¡Edward !
—gritó, empujándose contra él. Rotó las caderas, claramente perdida en su
aturdimiento. Todo lo que quería era sentirlo golpear en su interior.
—Esto es lo
que le hago a las niñas malas —dijo mientras se abría los pantalones. Iba sin
ropa interior, como siempre, así que fue relativamente fácil bajárselos y
alinearse—. Di “por favor”.
—¡Por favor!
Él empujó
dentro de ella tan duramente que ella se resbaló sobre el escritorio.
Estaba
golpeando en su interior y se sentía bien incluso aunque estaba bastante segura
de que luego tendría moratones. Él tenía los dedos clavados en sus caderas
mientras la sostenía abajo, sin dejarla moverse. Era él el que controlaba su
ritmo mientras apenas la dejaba devolverle los empujones.
—¿Estás
cerca? —le preguntó, su aliento en la nuca le enviaba escalofríos por la
columna. Se inclinó para susurrarle al oído y el nuevo ángulo hizo que su polla
diera en su punto. Otra vez.
Ay Dios, no
iba a sobrevivir a esto. Entre saber que era Edward , EL Edward , quien estaba
follándola y los movimientos que hacía, estaba definitivamente camino al
infierno. Pero, qué coño, sería una caída maravillosa.
—¿Lo estás?
—repitió, el suave susurro en su oído era una contradicción con cómo se estaba
comportando y ella estaba empezando a desmayarse.
—Edward —gimió,
demasiado pedida en la manera en que él estaba hinchándose en su interior.
—¿Te pone a
cien saber que te vas a correr encima de mí? ¿Tu fantasía? —gimió— ¿Estás
perdiendo el control, nena?
Ella cerró
los ojos, pero nada podría apartar la voz de su cabeza. Él siguió
susurrándole, palabritas sucias que eran
para excitarla a ella o a él, no estaba segura. Todo lo que sabía era que
estaba funcionando. Sintió que sus paredes se estrechaban alrededor de su
poderoso pene, sintió su gemido en respuesta y el modo en que sus dedos
apretaron con más fuerza sus caderas.
—Deprisa
—gritó, sintiendo la caliente espiral recorriendo a través de ella.
—No te corras
antes de que te lo diga.
Sí, claro,
pensó salvajemente mientras él se metía dentro de ella hasta la empuñadura y
luego rotaba las caderas.
Abrió la boca
para gritar pero Edward la ganó por un segundo. Él soltó tacos y más tacos
mientras se vaciaba dentro de ella y cuando ella se dio cuenta de lo que
pasaba, se dejó ir.
Salió
disparada hacia arriba, más alto de lo que jamás había estado y regresó de un
golpe, segundos o minutos más tarde, cuando él se salió de ella. Se desmoronó
en el suelo con las piernas incapaces de sostenerla.
Mirando a
través de su pelo desmadejado, lo observó salir de la habitación, sin importarle
siquiera si ella estaba bien.
¿Pero qué
coño acababa de suceder?
* * * *
Él reapareció
en diez minutos o así, entrando en la habitación como si todo fuera
perfectamente normal. Dejó caer una toalla húmeda en su regazo y le dijo:
—Límpiate, tenemos
cosas que hacer.
Ella
parpadeó.
—¿Qué?
—Tenemos que
encontrar esos papeles para que me pueda marchar. Mueve el culo, ¿quieres?
Mierda, pensó
mientras se agarraba al asiento de la silla y se reequilibraba poniéndose de
pie. Se mordió el labio cuando los músculos de sus piernas temblaron y su
interior clamó. Había sido rudo. Bueno, pero rudo. Le iba a llevar un poquito
volver a sentirse humana. A ese punto, se agarró del escritorio y se empujó en
dirección a la puerta.
—¿Dónde vas?
—Necesito un
baño.
—Creo que no.
—¡No te estoy
pidiendo tu opinión, Edward ! —le contestó bruscamente, sin ni siquiera
mirarlo. Estaba concentrada en encontrar el equilibrio y llegar al baño de una
pieza.
—¿Qué acabo
de decir?
—Ya sé que
tenemos que encontrar esos malditos papeles, no soy idiota. Ni sorda. Pero
necesito un baño y lo necesito ahora.
—¿No puedes
esperar hasta que me haya ido para mimarte?
Ella suspiró.
Sosteniéndose con un brazo contra la pared más cercana, se giró para mirarlo.
Él estaba de pie detrás de su escritorio, como antes. Sus ropas no estaban
descolocadas; no parecía haber sufrido un caso de debilidad de rodillas,
tampoco. Lo miraras como lo miraras, no parecía como si la acabara de follar
hasta hacerla gritar en el clímax.
Y eso la
fastidiaba, ¡maldición!
—Te vaciaste
dentro de mí, Edward , necesito lavarme. Eso y que me estuviste machacando
tanto que me siento bastante dolorida, así que creo que un baño caliente es más
que necesario, te guste o no. Siéntete libre de revisar mis documentos mientras
me alejo de ti. —Se giró y se agarró del marco de la puerta con su otra mano.
—¿De verdad
fui tan rudo?
—Sí —contestó
mientras cruzaba el umbral.
—Pero te
gustó.
—No dije que
no lo hiciera. —Salió de la habitación.
* * * *
Edward intentó
concentrarse en su búsqueda de los papeles desaparecidos pero no podía dejar de
pensar en lo que acababa de pasar en ese mismo escritorio. Había sido breve,
pero tan jodidamente caliente que no le importaría otra partida. Excepto que
ella no le gustaba y bueno… había sido un poquito rudo.
—Joder.
—Maldijo en voz alta, preguntándose qué le pasaba.
Nunca era tan
malo, pero alguien había tomado el control de su cuerpo y… diablos, incluso se
estaba mintiendo. Ella lo había vuelto tan loco que no había sido capaz de
detenerse. Y tenía un culo dulce. Tampoco le importaría sentir sus tetas de
nuevo.
Su polla se
elevó en los pantalones, sorprendiéndolo incluso a él. Su cuerpo estaba listo
para una segunda ronda, incluso aunque su mente no lo tuviera tan claro. Antes
de que lo pudiera meditar, se dirigió a la puerta y buscó el baño.
Localizó el
sonido de agua corriendo bastante rápido y aunque tuvo que evitar al maldito
perro se las apañó para abrir la puerta del baño sin hacer ruido. Entró y cerró
la puerta tras de sí, asegurándose de que no se oyera el clic.
Echó un
vistazo dentro y exhaló. Estaba inclinada sobre la bañera, obviamente
comprobando la temperatura del agua pero estaba desnuda y su culo lo estaba
saludando. Puso todo su cuerpo en tensión y eso fue todo lo que pudo hacer para
no desnudarse justo ahí y ahora. O simplemente bajarse la cremallera y meterse
dentro de ella. Excepto que había hecho eso antes y ahora ella estaba dolorida.
¡Contrólate, McIntyre! Se reprendió mientras se sacaba las botas.
La observó
mientras pasaba por encima de un lado y lentamente se sumergía en el agua. La
bañera redonda parecía más un jacuzzi, pensó a la vez que notaba que dos
personas podían caber fácilmente. Sonriendo de oreja a oreja, rápidamente se
quitó las ropas y se adentró más en el baño.
Ella se
sobresaltó cuando notó emerger una sombra, el sonido se paralizó en su garganta
cuando vio que era él. Era Edward y estaba... desnudo. Ay Dios.
—¿Qué estás
haciendo aquí?
—Yo también
necesito lavarme.
Ella juntó
las cejas.
—¿Qué?
Pensaba que estabas buscando esos papeles.
—Lo estaba
pero de repente me sentí sucio. —Le sonrió mientras se metía por un lado y
empezaba a bajarse hacia el agua hirviendo.
Su brazo rozó
el de ella, que se apartó ligeramente.
—Esto no
tiene ningún sentido. ¿No dijiste que querías irte tan pronto como fuera
posible?
—Sí.
—Y ahora,
¿por qué te está lavando?
—Porque soy
un firme creyente del ahorro de energía —dijo como si eso tuviera lógica.
—¡Corta las
gilipolleces, Edward ! —contestó finalmente ella con brusquedad.
No ayudaba
que ahora estuviera reclinándose contra el lado de la bañera, sus brazos
estirados a cada lado suyo. El jacuzzi era grande pero no tan grande. Su mano
derecha se movió detrás de la cabeza de ella hasta que sus dedos le acunaron la
nuca.
—Deja de estresarte,
cariño.
—Increíble.
—Ella se hundió todavía más—. In-cre-íble.
Él la observó
con ojos entornados cuando sus pechos parecieron flotar en el agua, sus pezones
eran oscuros e invitantes. Se lamió los labios y se perdió la mirada de
sorpresa de ella.
Ella clavó la
mirada en el pecho desnudo. Era la primera vez que le echaba el ojo a su cuerpo
e incluso si el agua y las burbujas escondían algunas cosas, seguía siendo
bastante impresionante. Uou, uou, pensó mientras trazaba sus pectorales con los
ojos. Quiero algo de eso, sí cariño.
Se decidió a
ir por ello. Después de todo, ¿qué posibilidad había de que esto volviera a
suceder? ¿Edward desnudo en su bañera, con ella? Se inclinó hacia él y dijo:
—¿Te puedo
pedir algo?
Él cerró los
ojos.
—Lo suponía.
—No suenes
tan entusiasta.
—Estoy
preocupado.
—¿Y eso?
—Estoy
empezando a darme cuenta de cómo operas. ¿Qué es lo que quieres?
Ella se lamió
los labios.
—¿Me puedes
besar?
Se sentó de
golpe.
—¿Qué?
—Un beso.
Hemos tenido sexo pero no nos hemos besado y... y me gustaría saber cómo se
sienten tus labios.
Su polla
creció otros pocos centímetros.
—Joder,
cariño.
—¿Eso es un
sí?
Él le devolvió la mirada
pero en verdad ella parecía ansiosa.
—¿Qué crees? —replicó con
su voz baja, justo antes de que ella se inclinara y rozara su boca con la suya.
Ella se volvió maleable junto a él, la palma en su nuca acercándola hasta que
estuvo acurrucada estrechamente contra él.
Sus pechos
desnudos rozaron el de él y Edward gimió, su lengua encontrando la de ella.
Maldición, la
deseaba de nuevo.
—¿Y?
—preguntó Edward tan pronto como rompió el beso.
Ella abrió
sus ojos somnolientos, su boca ardiendo tanto por sus atenciones como por su
barba de dos días.
—No está mal.
—Intentó darle un tono casual, pero su voz era tan ronca que no sirvió para
nada.
Él se rió.
—Fue
jodidamente caliente, cariño y lo sabes.
Los ojos de
ella brillaron.
—Tal vez. —Se
reclinó de nuevo en la bañera, apartándose de él.
Su cuerpo ya
no lo tocaba, suspiró y cerró los ojos. Esto era agradable. Estaba en su
jacuzzi, el agua estaba caliente y estaba empezando a sentir que sus músculos
se relajaban. Edward estaba con ella. Esto era tan bueno como podía ser.
O tal vez no.
Bueno fue
cuando unos dedos bajaron por su pecho y empezaron a juguetear con sus senos,
pellizcando los pezones hasta el punto del dolor. Hasta que estuvo jadeando,
abriendo los ojos para encontrar a Edward cerca. Tan cerca que tan sólo podía
mirar su cara cuando se inclinó y tomó una de las puntas endurecidas en la
boca. La chupó, la mordisqueó, hizo de todo para volverla tan sensible que ella
gritó cuando se apartó. Pero fue sólo para hacer lo mismo con la otra.
—¡Edward !
—gimió y sus manos fueron a la cabeza de él, agarrando su cabello oscuro.
Él levantó la
mirada, adorando la manera en que el rostro de ella se había enrojecido. Sus
ojos estaban desenfocados, los labios entreabiertos como si le costara
respirar. Y todo porque él estaba jugando con sus tetas. Dios, ¡él era bueno!
—Siéntate,
cariño.
Ella abrió
los ojos, no recordaba haberlos cerrado y lo observó mientras él se recostaba,
dejando sus pezones tan rojos que casi brillaban.
—¿Por qué?
—Tan sólo haz
lo que te digo.
Ella exhaló.
—Sigo
queriendo saber por qué.
Él endureció
el rostro.
—Esto no es
una jodida petición. ¡Siéntate!
Ella juró que
se puso todavía más excitada. Se veía tan magnífico ahí tan cabreado. Incapaz
de detenerse, le sonrió.
—¿Por qué
estás sonriendo así? —Él inmediatamente comenzó a sospechar.
—Uh, nada. ¿A
qué quieres hacérmelo otra vez?
Edward gimió,
pero esta vez no fue de placer.
—Por el amor
de... ¡¡SIÉNTATE!! —rugió, su voz haciendo eco en los azulejos del baño.
—De acuerdo,
de acuerdo. Mierda, no hacía falta gritar —murmuró mientras se sentaba.
Él la agarró
de la cintura y la colocó en el borde que iba paralelo a la pared.
Su culo chocó
con las velas que tenía allí normalmente, enviándolas al agua.
—¡Edward !
Él no se dio
ni cuenta, demasiado concentrado en mover su cuerpo hasta que estuvo colocado a
su gusto.
—Ahí,
perfecto.
Ella miró
hacia abajo y se puso más húmeda. Estaba apoyada contra la pared fría, pero no
le importaba. Sus piernas estaban abiertas de par en par y Edward arrodillado
entre ellas y deslizando las manos por sus muslos. Despacio. Muy despacio.
Hasta que sus caderas dieron un tirón pero él siguió sin llevarlas donde se
sentía bien.
—¡Maldición!
Él rió por su
impaciencia.
—¿Quieres
algo?
—¡Tócame!
—¿Dónde? —Se
burló él, sin apartar los ojos de los de ella—. ¿Aquí? —Su pulgar le rozó el
clítoris por un segundo calentísimo.
—¡Sí!
—¿O aquí?
Ella cerró
los ojos cuando él atormentó su entrada con dedo hábil.
—Dios.
Edward la
miró, admirando sus curvas y la manera en la que se ofrecía a sí misma. No
sabía nada de ella, excepto que conducía como una lunática y tenía una mala
tendencia a cabrearlo. Pero ahora mismo eso no era importante. No, lo que era
importante era compensarla por cómo se había comportado antes. Por supuesto
ella había dicho que no le había importado que hubiese sido tan rudo.
Se inclinó y
preguntó una vez más:
—¿Qué, sobre
aquí?
Ella jadeó,
sus piernas se apretaron alrededor de sus hombros al sentirlo golpeteando en su
interior. La atormentaba con toques ligeros mientras sus dedos le agarraban las
caderas, forzándolas a estar quietas, antes de ascender un nivel. O dos.
La cabeza de
ella daba bandazos de lado a lado, manteniéndose en el borde de la bañera y
luchando contra el agarre de él. Sus caderas querían moverse acompañando a sus
caricias, su cuerpo se sentía listo para auto consumirse.
Ella gimió su
nombre. Una vez. Dos. Su lengua entró en ella. Una vez. Dos. Lameteó el
clítoris y volvió a empezar. Una vez. Dos veces.
Ella empezó a
gritar, incapaz de controlarse. Puro placer la atravesó, su cuerpo perdiendo el
contacto con la realidad hasta que se encontró cayendo. Chocó contra el agua,
totalmente agotada.
* * * *
—¿Te sientes
mejor?
Ella asintió,
sintiéndose extrañamente escarmentada. Llevaban sentados en el agua fría por lo
que parecía una hora. Ni hablaban, ni se tocaban. Sólo disfrutando del silencio
mientras descansaban del mundo olvidado por un momento.
Ella giró la
cabeza y encontró su mirada. Se esperaba que él hubiera saltado tan pronto como
ella se corrió, había esperado que él la hubiera vuelto a sentar en el filo
para poder empujar en su interior y follarla hasta perder el sentido. Pero no,
él sólo la había ayudado a reclinarse de nuevo en la bañera; luego se sentó en
el otro extremo y no había dicho nada más.
Y lo más raro
de todo era que sabía que él estaba duro. Había sentido su excitación antes,
sabía que seguía así porque podía ver la punta sobre la superficie de vez en
cuando. Bastante energía para un hombre de su edad, también, pensó mientras él
movía las piernas, piel oscura y brillante apareciendo debajo del agua.
Antes de que
pudiera detenerse, se inclinó y rodeó su polla con una mano.
—¡Joder!
—siseó él, sus caderas dando un tirón hacia arriba—. ¿Qué estás haciendo?
—¿Tú que
crees? —Ella sonrió, contenta, por una vez, de ser la que estuviera bromeando.
Acarició la abertura con su pulgar, recogiendo la humedad de ahí. Subió la mano
y se lamió el dedo, ganándose un gemido estrangulado del hombre sentado delante
de ella.
—Tú, pequeña…
—Se interrumpió a sí mismo.
—¿Sí?
—Chúpamela.
Recordando
sus anteriores acciones, se movió hasta que estuvo de rodillas entre sus
extendidas piernas y dijo:
—Di “por
favor”.
Él la agarró
de la cabeza con ambas manos, los dedos retorciendo su húmedo cabello.
—No me empujes.
¡Mierda! De
repente ella se sintió indefensa cuando él la dirigió hacia abajo hasta que sus
labios estuvieron justo encima de su polla.
—¿Edward ?
Él oyó el
punto de duda en su voz y se obligó a regresar a la realidad. Esto no era un
sueño.
Contrólate,
¡hombre! Soltando un poco el agarre de su cabeza, le inclinó el rostro para que
lo pudiera mirar. Con una voz más suave, le dijo:
—Por favor,
cariño, chúpamela.
Ella
parpadeó. ¡Había dicho ‘por favor’! ¡Edward había dicho ‘por favor’! ¿Quién lo
hubiera pensado? Uau, pensó, debe querer de verdad una mamada. Riéndose
tontamente, sintiéndose demasiado feliz, se inclinó y sopló su pene duro.
Edward tembló
por la caricia intencionada, esperando que se diera prisa. Quería sentir la
boca alrededor de él, quería empujarse dentro mientras ella lo raspaba con sus
dientes.
—¡Joder!
Sus dedos se
tensaron de nuevo en su cráneo, gruñó y luchó contra la urgencia de empujar.
Demasiado pronto, era demasiado pronto, ella acababa de empezar a jugar con él.
Pero su lengua estaba rodeándole la polla, jugueteando con su abertura hasta
que salió semen. Lo lamió ansiosa y él casi se corre en ese preciso momento y
lugar.
Pero
afortunadamente, los años le habían enseñado control. O eso pensaba. Excepto
que llevaba mucho tiempo duro y cuando ella lo había tomado en su boca, más y
más profundamente hasta que la punta le tocó el fondo de la garganta, dejó ir
un rugido y se vació dentro de ella.
Observó
mientras ella siguió chupándolo, bebiéndolo hasta que estuvo seco y pulido y sencillamente...
muerto sin más. La cabeza le daba vueltas, sus piernas se sentían como si
hubiera corrido una maratón. Pero no la dejó ir lejos. No, en vez de eso la
agarró y se la puso a su lado.
Ella suspiró
y dejó caer la cabeza sobre su hombro, ambos sintiéndose a gusto por primera
vez aquella tarde.
* * * *
Observó cómo
desaparecían sus luces traseras a lo lejos y se abrazó a sí misma,
reprendiéndose por las lágrimas que ahora le caían por las mejillas. Había sido
una casualidad, nada más que un encuentro casual. Algo que no debería haber
sucedido jamás pero que lo había hecho. Dios, lo había hecho.
Enfadada, se
apartó las lágrimas, cerró la puerta detrás de ella y acarició ausentemente la
cabeza de Killer.
Él había
decidido pasar de los papeles del seguro, declarando que de todos modos tenía
dinero suficiente para cubrir los costes de cualquier reparación. Ella había
entendido perfectamente, más allá de sus palabras, que él sentía que ella ya le
había pagado por completo.
No estaba
segura de si debía sentirse enfadada por ello o no. ¿Debería empezar a sentirse
una guarra porque le había dejado joderla?
Pero es que
ella lo había deseado durante mucho tiempo. Seguramente no era un crimen
divertirse de vez en cuando. Después de todo, había sido una oportunidad única
en la vida. Ahora ya podía ponerle oficialmente la crucecita a ‘Tener sexo con Edward
Cullen’ en su lista.
Listo y
acabado.
Le daban
calambres en los muslos y parpadeó ante el recordatorio. Había sido rudo, pero
tannn bueno. Recordó el modo en que le había dado placer en la bañera y se puso
húmeda. Edward , Edward
, Edward . Estaba segura
de que él se convertiría fácilmente en una adicción. Un motivo más por el que
era una buena cosa que hubiera sido una sola noche.
¿Verdad?
[1] Killer, en inglés,
‘asesino’ (N. de la T.)
[2] Fármaco conocido como la droga de los violadores (N. de la T.)